jueves, 26 de agosto de 2010

Todos somos Bartleby

¡Advertencia! Para 'disfrutar' de la siguiente nota sería indispensable leer el siguiente cuento de Herman Melville: Bartleby, el escribiente. Pero como soy conciente de que el visitante promedio de blogs no dispone ni del tiempo ni de la predisposición a soportar largas lecturas, y mucho menos a realizarlas para 'disfrutar mejor' de un artículo ignoto es que les voy a resumir en breves palabras el cuento. El que ya lo haya leido podrá optar por seguir, o por volver al cuento para recordar algo muy importante: "la frase". Hecha esta salvedad, comienzo.

Los que me conocen —y los que piensan que lo hacen— saben que soy un lector inquieto. ¡No!, no es que haga ejercicios aeróbicos durante mis lecturas, ni que corra vueltas a la manzana con un libro en las manos. Significa que suelo leer de a varios libros a la vez (no creo que esté demás aclarar que esta confesión no es pedantería, más bien lo contrario, lo cuento como una costumbre que no aconsejo, pero que no puedo evitar). No sólo eso, sino que también suelo aplazar largo tiempo la finalización de una lectura y empezar otras (incluso menos prometedoras), por el simple hecho de que pretendo así disminuir la angustia que me aqueja —y a muchos de ustedes seguro les ocurre—; lo que he resuelto, arbitrariamente, llamar: "el sentimiento trágico del lector", en un indudable robo a don Miguel. Dejemos esto para otro artículo.

Para saciar este irrefenable afán de lecturas recurro, entonces, no sólo a los libros por mí comprados, o generosamente prestados por amigos, sino que también me nutro de bibliotecas públicas y facultativas (esta última, en menor grado, por un motivo que no viene al caso, por su escasa oferta de material y por el limitado tiempo de préstamo). Para todo aquel que haya utilizado los servicios de estas nobles instituciones, sabrán que una de sus características más odiadas es ese horrible condicionamiento que se llama periodo de préstamo. Para el que nunca haya visitado uno de estos centros destiladores de ese seductor perfume a humedad atrapada, sepa que los préstamos tienen una fecha límite de devolución, tras la cual (dependiendo de la institución) recae sobre el socio un castigo que va desde el simple reproche de la bibliotecaria de turno a la quema viva en hoguera pública, pasando por la humillación general frente a sus pares y la inhabilitación momentánea para retirar ejemplares.

Llegado a este punto me doy cuenta que la introducción a lo que verdaderamente importa (el cuento de Melville) está haciéndose demasiado larga. Sean indulgentes, por favor, y déjenme continuar con este preámbulo.

Decía que uno de los medios por el cual me proveo de material de lectura son las bibliotecas, y que cuentan éstas con fechas límites de devolución so pena de castigos variables. También les comenté que sufro del mal hábito de llevar varias lecturas a la vez. Ahora,  me sucede muy a menudo que a pocos días (u horas) de la fecha límite me enfrento a la terrible realidad de apenas haber sobrepasado la mitad del libro a devolver, por lo que me veo forzado a abandonar las demás lecturas —muchas veces, más prometedoras— para cumplir con los plazos estipulados (sé lo que pueden estar pensando... sepan que sufro también de otro mal: fui criado bajo estrictas normas de educación y consideración, y no me permito faltar a la norma de devolver los libros a tiempo... en otras palabras, no puedo cagarme en los demás tan fácilmente). No fue el caso del libro dónde leí Bartleby (si no lo dije todavía, el motivo e inspirador de estas palabras), para el cual todavía tenía una semana de préstamo. Sí ocurrió que su lectura hizo crecer la pila de volúmenes que descansan en las gateras, o en el banco de suplentes (elijan la comparación del deporte que más les guste), y detuvo el avance sobre el resto de ejemplares empezados.

Pensando qué decir sobre el cuento, y sobre Melville también, recordé una discusión que manteníamos con los otros integrantes de este sitio. ¿Cuánto debe leerse de un autor para poder opinar sobre el conjunto de su obra, o generalizar apreciaciones que concluimos a partir de la lectura de algunos (o uno) de sus trabajos? ¿Podemos actuar como si lo conociéramos en totalidad, a pesar de casi no haber leido nada de tal o cual autor? Algunos podrían aconsejarme que recurriera a trabajos ya publicados, citas de autoridad, reseñas; otros podrían sugerirme que recurriese a la —creo yo— detestable tarea de reproducir párrafos enteros, y esbozar abajo apenas algunas ideas propias (o robadas, da igual). Los menos insistirían en que hablara (o escribiese) sólo cuando hubiera leído lo suficiente como para formar una opinión propia.

Podría incluso, en este momento, dejar de tipear párrafos y párrafos dilatorios, y empezar de una buena vez a decir algo sobre Bartleby... sepan disculpar pero... preferiría no hacerlo.

PD: Si alguien tiene en su poder la novela Bartleby y compañía de Enrique Vila-Matas, agradecería su préstamo. Creo haber confesado que puede ocurrir que demore en su lectura (dependiendo la cantidad de libros en espera). Pueden, si quieren, estipularme una fecha límite a manera de las bibliotecas, y así lograrán que actúe mi odiosa decencia, y me obligue a mí mismo a cumplir mi palabra de retornarlo a tiempo.

lunes, 23 de agosto de 2010

“Historias del Movimiento Anárquico Organizado de Agitación Surrealista” (Fernando Bomsembiante y otros autores, 2005)

Se puede decir que el surrealismo es un tipo de proto-ciencia ficción? Y viceversa? No, no se puede? Bueno…

"Historias del Movimiento Anárquico Organizado de Agitación Surrealista" además de ser, probablemente, uno de los mejores títulos de la historia de la literatura es un proyecto ambicioso, delirante e “interesante” llevado a cabo por un colectivo de escritores locales sin mucho renombre pero con una larga carrera por los márgenes de la literatura argentina (esos de mucho taller literario y concursitos y pocas menciones en Ñ’s).

Acertadamente el poeta (?) de Manchester Noel Gallagher dijo una vez que la palabra interesante es timorata, propia de algo que está bien... pero no del todo, algo jugado, formalmente valorable pero cuyos resultados son relativos, dudosos, lo que está a mitad de camino entre lo bueno y lo malo (“Bjork es interesante” decía el mancuniano). Lo mismo ocurre con este libro (y por eso lo tildé de esa manera). Como sucedía con “Fantasma” de Palahniuk, “Historias…” es un decente (muy bueno en el caso del norteamericano) libro de cuentos pero una irregular y fallida novela (la suma de la partes es claramente mejor que el todo). Parecería como que el título condenará al libro de antemano, porque si bien lo anárquico y surrealista es palpable, el intento de cohesionarlo, de darle un marco, de “organizarlo” termina por limitarlo. Esa decisión intermedia (ni tan anárquico ni tan organizado) es lamentablemente el sino del libro.

Disfrutable durante varios lapsos (la historia del conurbano sumergido, los atentados del MAOAS, los hombres que se suben a los techos) el final es lo que más problemas presenta –y no porque no se entienda, en ese momento uno debe adoptar la táctica de Christian Sheperd y “dejarse llevar”–, el problema es que todo tipo de coherencia se pierde, el libro entra en zonas pantanosas, y ahí es cuando el colectivo autoral pareciera activar el, olvidado por gran parte de la historia, modo surrealista y, como sucedió en Lost, pareciera querer cerrar metafísica y metafóricamente una historia que a esta altura se escapó de sus manos.

Igualmente me parece valorable que un libro craneado al margen de la editoriales de moda y escrito por ilustres desconocidos se embarque en la difícil tarea de pensar que otra literatura argentina es posible, una donde hay viajes espacio-temporales, poetas linyeras que planean la salvación/destrucción de la humanidad y un poco de humor desquiciado.

jueves, 19 de agosto de 2010

'De la Introspección'

"Te conduces como un rey absoluto, que se contenta con la información que le procuran sus altos dignatarios y no desciendes jamás hasta el pueblo para oír su voz. Adéntrate en ti, desciende a tus estratos más profundos y aprende a conocerte a ti mismo: sólo entonces podrás llegar a comprender por qué puedes enfermar, y..., acaso, también a evitar la enfermedad"  
Sigmund Freud

En una de las primeras reuniones organizativas, el Jefe de Redacción del blog insistió en el no-academicismo de las publicaciones y como estamos en una instancia de presentación, de desnudez editorial, preferí enfrentarme a la escritura -condicionado por esta cláusula- hablando sobre un tópico recurrente en mi pensamiento y en mis lecturas: la fuerza de la introspección. La introspección, lisa y llanamente, es esa capacidad que tiene cada uno de pensarse a sí mismo, uno de los instrumentos del que se sirve la subjetividad para construirse, para que cada uno se narre su historia o su metáfora personal/delirante (Lacan, o algo de él).

Leyendo una novela de Alan Pauls, Historia del llanto, me encontré con un niño –protagonista de la novela, rubio de pelo largo, de cuatro años- que tenía un don, una capacidad: la de estar formado en la escuela de la Sensibilidad. El nene poseía un don diferente de los demás; no jugaba bien al fútbol, tampoco al ajedrez, ni era inteligente, lo suyo era la sensibilidad, una capacidad que sólo lograba practicar y/o alcanzar cuando se encontraba cerca de su padre; con sus abuelos, su madre o su mucama él no lloraba, no decía ni accionaba nada. El padre era aquel ser superior que lo motivaba, lo impulsaba a que él llore; un llanto que, por otro lado, se concretaba como un efecto, un resultado de todo un proceso y/o mecanismo anterior; un mecanismo que se iniciaba con la escucha o la vista de algo exterior (ya sea un perro vagabundo, un mendigo, alguien desgraciado, etc.) y que terminaba con el llanto. El nene, cerca del padre, lloraba por todo.
Ahora bien, lo que se está tratando de reconocer aquí es la particular educación sentimental innata del niño, una formación fuera de lo común; tan ajena a la sensibilidad de los demás que se vuelve un trofeo, un monumento para todos aquellos que consuman la subjetividad del niño. Entonces, ¿cómo no levantar la cabeza en el instante de la lectura de este texto, y empezar a pensarse/preguntarse a sí mismo? ¿Cómo no ejercitar la fuerza introspectiva e indagar –en la metáfora personal de cada uno– sobre cómo está formada nuestra educación sentimental? Barthes ya lo había dicho todo: 
“¿Nunca les ha sucedido, leyendo un libro, que se han ido parando continuamente a lo largo de la lectura, y no por desinterés, sino al contrario, a causa de una gran afluencia de ideas, de excitaciones, de asociaciones? En una palabra, ¿no les ha pasado nunca eso de leer levantando la cabeza?” (El susurro del lenguaje).
El texto necesita ser leído, necesita de un lector, pero no sólo para completar y/o rellenar las lagunas o espacios vacíos (que el mismo texto se encarga de dejar), sino para confirmarse como tal; y eso sólo se logra desvinculando todo mecanicismo lineal y/o decodificador: la lectura matiza, vuelca y/o proyecta subjetividad. El lector, al igual que un intérprete de música, necesita matizar su objeto. Las partituras de una pieza musical requieren de un proceso subjetivo (y al igual que el texto) ésta se somete -voluntariamente- a la variabilidad de sonidos y silencios (entre otras cosas) que el intérprete (lector) desea introducir para la pieza (texto).

El organismo de este sitio (que promete -ambiciosamente- ser la condensación de diferentes estilos y subjetividades) está estructurado a partir de un objeto que nos enlaza –tanto a integrantes del blog como a sus lectores–, ese objeto no es más que Lo ficcional. Películas, libros, música, participan en la construcción de nuestra subjetividad. Lo ficcional nos sujeta (Copes diría: ¡la realidad es discursiva!). Entonces -entiendo yo- que la fuerza introspectiva que llevamos dentro, al dibujarse sobre los mismos mecanismos (los del ficcional) hacen de nosotros un clan particular, cuya concepción sensible del mundo se diferencia del resto. El lenguaje no dominará el mundo, pero dentro de él, marca ciertas diferencias.

martes, 17 de agosto de 2010

"Varamo" (César Aira, 2002)

Edición francesa de Varamo (Editions Christian Burgois)
Varamo –un 'fiel' trabajador del Ministerio, de origen chino y taxidermista autodidacta– recibe como parte de su salario dos billetes falsos. Es este el primer eslabón de una cadena de acontecimientos que lo llevarán a escribir el texto más revelador de la poesía centroamericana: "El canto del niño virgen".

El escenario: Una Panamá recién canalizada, que le otorga a la historia el terreno ideal, con la suficiente mixtura de exotismo y civilización.

César Aira (afirmo lo que sigue habiendo leido sólo dos de sus novelas: Varamo y Las Conversaciones) no escribe ficción, escribe sobre 'la ficción' (si es que hay algo así como un ente al que le quepa este nombre), o mejor: escribe con 'la ficción'. Digo esto y veo que se acerca una horda iracunda, armada de picas, antorchas y manuales de Teoría Literaria bajo el brazo. ¡Momento señores, que es sólo una idea!... On ne tue point les idées, que dijo Sarmiento a través de Fourtol (a través de Volney, que dijo Groussac). 

En Varamo, lo que importa no es el resultado de la 'obra literaria', jamás veremos impreso el célebre poema –y tanto mejor que así sea–; lo que es realmente importante es la travesía hacia ese punto, viaje que es pagado con dos billetes falsos y cuyo último destino es desconocido e inesperado para su realizador (no para nosotros que conocemos el final de la historia). Imaginemos por un momento que Varamo –el empleado del Ministerio– existe, así como nosotros (creemos) que existimos. Ahora dejémonos convencer por aquellos que representan el tiempo como una línea recta que se extiende –más allá de nuestra vista– hacia el pasado y hacia el futuro. (Siento que me posesiona el alma del Doc Brown, mientras explico esto) Los billetes falsos son la irrupción de un elemento inesperado en la realidad prosaica, grisácea, propia de los suizos –como me gusta decir. A partir de allí Varamo recorrerá un camino paralelo, una realidad subalterna que lo lleva a escribir la celebrada obra maestra de la poesía  moderna centroamericana. Será ese mismo acto, también, el que ponga fin a la historia paralela y encauce su vida nuevamente en la línea que había recorrido –y hubo de recorrer– toda su vida.

Salgamos ahora de este complicado ámbito de las teorías temporales. Decía más arriba que Aira no escribe ficción, sino que ficcionaliza la ficción misma, la pone en juego, la somete a juicio de sus personajes (como ocurre en Las Conversaciones) o se las hace actuar, como a Varamo. Por momentos esta búsqueda de recursividad, de meta-literatura (novela que teoriza sobre las novelas) hace pesada la historia. Largos párrafos que esperamos terminen pronto en nuestra inútil búsqueda de lectura fluida. Allí, sin embargo, está al alcance de la mano una de las llaves para abrir la historia.

Para terminar, voy a hacer una confesión... todo lo anterior es una ficción, estuve actuando haber leido la novela, y haber escrito sobre ella.

See you in another life brothe'!

Now I'm here

Ordenado, pero caótico; depresivo, pero efusivo; intolerante, pero permisivo; creyente, pero agnóstico; pensador, pero pragmático; trabajador, pero holgazán; alegre, pero amargado; cínico, pero comedido; enajenado, pero centrado; conformista, pero descreído; charlatán, pero parco; encantador, pero insoportable; culto, pero ignorante; arrogante, pero tímido; alcohólico, pero abstemio;  enamorado, pero con el corazón roto; escéptico, pero crédulo; suspicaz, pero ingenuo; huraño, pero simpático; desgraciado, pero próspero; viajero, pero sedentario; paciente, pero irascible; inseguro, pero resuelto; temeroso, pero arriesgado; incapaz, pero habilidoso; tranquilo, pero esquizofrénico; sapiente, pero ignorante; desleal, pero confiable; sincero, pero embustero; consecuente, pero inestable; misógino, pero pollerudo; amoroso, pero despreciable; prudente, pero osado; injusto, pero íntegro; infame,  pero honorable; confiado, pero perseguido; cómico, pero monótono; descarado, pero considerado...
Contradictorio.

lunes, 16 de agosto de 2010

Abstract de mi conciente (presentación de otro Krakaniano)


Idealizador (llego -en algunos casos- hasta ficcionalizar mis experiencias). Emocional (no llorón, sino sensible). Narcisista (hay momentos que alcanzo una pedantería insoportable). Impulsivo (me encanta serlo). Exagerado (mi vida es exagerada). Soy de Paraná y mi sueño es llegar –en vida- a leer toda la biblioteca de mi abuelo.
Mi educación sentimental se formó bajo parámetros tradicionales y/o conservadores; y si bien me he contaminado un poco del tole tole (“fugacidad”, “ida y vuelta”, “YO ante todas las cosas”, “viva el individualismo”, etc.) del siglo XXI, esos principios resultan ser el gran motivo –en la mayoría de los casos- de mi andar con la frente en alto. Mi concepción de mundo requiere un mayor desarrollo (y sin duda una mayor predisposición a vomitar toda mi intimidad personal) no por lo compleja, sino por lo indefinible (así quiero que sea). Voy a evadir olímpicamente esta cuestión y sólo voy a decir, haciéndole caso a mis pulsiones reflexivas –ya prostituidas en demasía por el uso excesivo- que una de las más divertidas (no la que importa) definiciones que podría adjudicarme sería la de Dibujante, no por lo artístico en sí, sino por su maravilloso ejercicio de disfrazar. Disfrazo mi capital cultural (por ejemplo hablo de Bajtín, de Borges y de Cortazar y he leído poco y nada de ellos), disfrazo mi personalidad, soy varios personajes al mismo tiempo. Me divierto. Quiero impresionar.
Por otro lado, al preguntarme por mis gustos, debo decir que éstos han sufrido una considerable metamorfosis: hasta los 17 años consumí porquerías (hay excepciones). Entré a Letras (todavía no se cómo) y mis juicios de valor tanto estéticos, sociales, culturales (y hasta políticos) cambiaron (¡y cómo!). No voy a decir que mi pasado me condena, ya lo doy por supuesto. En este último tiempo me he propuesto indagar y explorar tanto ámbito o disciplina se me cruce: Música (toco, o hago que toco, el piano) Literatura (empecé a leer fluidamente. Sí, soy pésimo lector) Cine (dejé de consumir comedias hollywoodenses para mirar a Woody Allen entre otros) y voy a cuanto concierto se de en el Teatro. Soy estudiante de Letras de ¿3er año ya? y tengo 20 años.

Me cansé de pensarme. Punto y coma.

viernes, 13 de agosto de 2010

"El Pasado" (Alan Pauls, 2003)

1) El escritor amateur que vive en mí odia a Alan Pauls. Así como la lectura de un escritor simple, ameno y que sabe contar buenas historias con poco elementos como Sam Shepard lo alientan a uno a escribir, a volcar sus humildes y ambiciosas ideas en un Word y recordarle que esto de escribir tampoco es una ciencia, tipos como Alan Pauls frustran y generan un respeto atroz, porque marcan la verdadera distancia entre el diletante y el, ya a esta altura, profesional. Porque así como yo no puedo poner en palabras, volcar en la hoja esas ideas que me atosigan, que van y que vienen durante todo el día, a Alan Pauls las cosas parecieran salirle de manera fácil y fluida, como si narrar cualquier cosa fuera lo más natural del mundo. Pero no, no odio a Alan Pauls, escribe demasiado bien como para odiarlo (en todo si quieren odiarlo háganlo por su vida personal, cosa que al staff del Kraken tiene sin cuidado), y ok, no es Borges ni es Faulker, pero en esas subordinadas que parecen no querer terminar más o en esas descripciones geniales de los elementos más banales que a uno se le pueden ocurrir es donde uno puede vislumbrar un talento innegable, tal vez el mejor escritor argentino contemporáneo (permítanme ser hiperbólico).

2) Es difícil escribir sobre el amor. Por varias razones. Todo el mundo se siente con el derecho a hacerlo: tanto el desdichado al que el destino le da la espalda, como aquel que vive el más profundo de los romances cree necesario dar cuenta de tal sentimiento, muchas veces sin intuir que la posibilidad de representar fielmente ese estado es imposible, porque el sentido se difiere siempre, se escapa a medida que uno se acerca y lo que queda finalmente es literatura horrible, autocelebratoria (de las alegrías o de las miserias). Otra razón de peso es “cómo hablar del amor luego de las series de Cris Morena, luego de las campañas publicitarias de San Valentín, cómo expresar un sentimiento que ha sido secuestrado por publicistas[1], es decir, ¿como no caer en el patetismo, la cursilería o el cinismo? Bueno, Alan Pauls lo logra de alguna manera a lo largo de más de 600 páginas. [aquí debería ir un frase de muestra, pero el libro ya no esta en mis manos]

3) Después del final de Lost pareciera que la gente incorporó la noción de “la circularidad de la trama” y “El pasado” tiene mucho de esto, aunque no exactamente. El recorrido de Rímini tiene mucho más de entrópico que de circular, porque desde ese inicio casi edénico con Sofía (el primer amor del protagonista) hacia ese final hay un downwrad spiral progresivo pero desmesurado, gracioso pero también tristísimo que lo llevan a un lugar que definitivamente no es el de partida. “Lo que no te mata, te fortalece” decía Nietzsche, pero ese desangramiento final parece decirnos lo contrario.

4) Ojo! No todo es rosas, porque así como uno celebra la capacidad de narrar cualquier cosa de Pauls (los rituales masturbatorios del protagonista, el arduo proceso de traducción, la vida y obra de un excéntrico pintor, los dos cms de camisón que se asoman tras el vestido de una profesora de primaria), uno también se pregunta: Por qué? A qué viene esto? Hacia dónde va? Dejándole a uno la impresión de que la novela podría haber terminado doscientas páginas antes o mil después y que el inicio y el fin son completamente contingentes o arbitrarias.

5) Al final y lo que importa en todo caso es lo vivido, ese hermoso y misterioso recorrido que Pauls nos regala.


[1] http://los-sentimientitos.blogspot.com/search/label/Magnetic%20Fields

jueves, 12 de agosto de 2010

Everybody's Got Something to Hide Except Me and My Monkey


"Tengo tanto para decir / y las palabras me hacen torpe /
Vivir para callar / no me deja conforme"

“No dejes que llueva” Daniel Melero


Presentarme es una tarea que me incomoda, principalmente porque no soy nadie. Leí un par de libros y no me siento del todo capacitado para comentarlos, pero siempre hay una u otra idea que me gusta compartir con el resto y esa es tal vez la génesis, la motivación del porque creamos este sitio. Con socializar una frase que le ilumine el día al otro nos daremos por satisfechos.

Si este emprendimiento tiene un origen (además de la mutua amistad con los otros delincuentes que conforman este blog) se remonta a “Los Detectives Salvajes” de Roberto Bolaño. Quien haya leído ese libro sabrá que en que cada una de sus páginas la literaturidad estalla en mil direcciones. Los personajes no sólo hablan y escriben poesía/relatos, sino que viven por y para la literatura. De ahí que este sitio sea de alguna manera un tibio pero sentido homenaje a Los Real Visceralistas, a ese grupo de jovencitos que como Icaro quisieron cagar más alto que el culo y la vida se los llevo delante.

A uds nos les conviene saber quien soy yo, pero ahí van algunas pequeñas dosis: Hasta los 18 quise ser el 10 de Unión. No leí “En busca del tiempo perdido” ni el "Ulises” y eso me atormenta día y noche. Vi más películas de Woody Allen que las que recuerdo. Salvo por honrosas excepciones siento un ligero desprecio por la raza humana. Una mujer que lee a Borges se convierte inmediatamente en un objeto de deseo. Creo cada vez más fervientemente que Dylan es lo más cercano a un profeta que dio el siglo XX. Las drogas y el alcohol son siempre la respuesta. Cuando estoy en esos días en los que me pregunto por el propósito de la existencia y si vale la pena seguir viviendo, pienso en las millones de cosas que todavía me quedan por escuchar, mirar y leer, y todo cobra sentido nuevamente. Como lo dijo Roland Barthes en "Lección inaugural" (y como lo hizo Pasolini antes) abjuro de mi pasado. Desconfio de mi presente. Y me aterra el futuro.

Finalmente, para mis amigos krakenisticos, conocidos y eventuales visitantes del sitio quiero que recuerden esto: Para nosotros el éxito siempre será esquivo, pero no porque buscaremos el fracaso sino porque no anhelaremos la gloria. El anonimato es la mejor forma de estar en todos lados sin estar en ninguno. Y recuerden que hagan lo que hagan, todos (todos!) vamos a ser olvidados.

Lets the post began!

miércoles, 11 de agosto de 2010

Orígenes de la orden del Kraken

Se han hallado algunos manuscritos –enmohecidos aún por el paso del tiempo– que sitúan a la antigua orden en épocas anteriores a aquellas en que el tiempo era medido. Estos papeles aseguran que es una organización legendaria y que sus cuatro fundadores reencarnan constantemente para poseer cuerpos jóvenes y mantener vivo su legado.

La asociación fue creada a pedido del mismísimo rey de Tertulia, el quintogenario Talos. Su pedido había sido expreso: «necesitaba una pequeña escudería personal que lo defendiera de los embates del terrible terror de los mares, el magnánimo Kraken», con el que ya hace varias unidades-de-tiempo-no-determinadas se autoproclamaban como orden.

Si bien el rey se encargó de formar el ejército para contraatacar la magnitud del Kraken, sus cuatro fundadores originales descubrieron la verdadera intención del Rey Talos... éste solo quería librarse del monstruo marino para extender aún más los límites de su territorio. Las cuatro almas no corrompidas se rebelaron entonces contra su padre, cayendo en el terrible acto del parricidio. La misma hechicera que los había hecho nacer
[1] le había adelantado al temible rey que las cuatro criaturas se rebelarían contra él, tal era el designio que había podido encontrar en la inscripción que se escondía detrás de las muelas de aquella quimera que durante tantos años había asolado el territorio. El rey, previendo que sus subordinados se encargarían de asesinarlo, decidió que luego de haber sido exterminado el Kraken, él mismo –con sus propias manos– se encargaría de darles muerte, antes de que la terrible profecía se abatiera sobre él.

Forjando un plan bastante rudimentario los cuatro héroes se dirigieron hacia los aposentos de la bestia marina. Las deidades del entendimiento forjaron en sus mentes la acción que llevarían a cabo: ellos mismos se encargarían de dejar entreabiertas las puertas de la represa que era utilizada para retener al monstruo y, mientras la ciudad entera estuviera bajo el caos, se dirigirían hacia el lecho del rey para asesinarlo, no sin antes darles un mensaje que el Kraken tenía para el monarca.

Una húmeda tarde ocurrió el hecho. Los cuatro miembros de la orden siguieron paso a paso las etapas del plan. Una vez ingresado en el territorio de la ciudad lo esperado ocurrió, aquellos cuatro seres se entrometieron en los aposentos del preocupado rey y con una daga fraguada por el mismísimo rey de las Pforjas (tal era el nombre del territorio) lo asesinaron. La daga entró pesadamente –no casualmente el rey era llamado “el piel de escamas”–, la sangre azul que brotó de su costado izquierdo rebeló los terribles temores desatados hace tiempo atrás: él era aún el príncipe, lo que daba a entender que su benévolo padre, el antiguo Rey, aún proseguía con vida, y su hijo, como habitualmente se sospechaba, lo había encadenado en las hondas llanuras del Ponteo, aquel monte en que se había celebrado la asunción del ahora difunto príncipe, (…) finalidad de obtener todo su poder.

Los ahora transformados en héroes fueron aclamados por todo el pueblo para que sean ellos quienes los gobiernen, pero se negaron, su humildad no se vería jamás corrompida por las posiciones dominantes, además ellos mismos comenzaron los operativos de búsqueda del verdadero Rey (…)

Los manuscritos son ilegibles en algunas partes, pero diferentes versiones de historiadores revelan que la prosperidad habría vuelto con la asunción del Rey original y que los cuatro miembros de la orden se juntan cuando son necesitados.

Algunos se atreven a decir que estuvieron presentes en el derrumbamiento de la Atlántida, otros dicen que fundaron la mítica ciudad de Tartu, incluso hay quienes aseguran que renacieron en el último siglo en Liverpool, otros sostienen que fueron los fundadores de Radio Diez –aunque esto es universalmente cuestionado. Después de todo especialistas del tema aseveran que la frase proclamada por el Kraken al temido Rey Talos fue que su mismo poder lo había consumido, que era más prudente ser precavido que orgulloso, y recientes avances sobre el tema intentan demostrar que la última frase pronunciada por la hermandad fue que la culpa de todo recaía en que el Rey en realidad no respondía ante sus ideales, sino que le estaba haciendo el juego a Droit, un Rey que más tarde daría origen a la Galia.

Estas teorías exigen una mayor investigación y por lo tanto no he incluido mis hallazgos en el texto de la presente edición. La ayuda de cualquier experto en la solución del problema sería altamente apreciada.

OBERT GRAVESR

[1] Historiadores como el prestigioso Violis Nurco, de origen Latino, sostiene que la hechicera solamente habíalos despertado y que la orden existía desde antes del tiempo mismo. La discusión se mantiene abierta hasta hoy día.