jueves, 13 de octubre de 2011

"El desperdicio" de Matilde Sánchez. Juntando los restos de lo que (no) fuimos.


"¿De qué ignominia o qué olvido nos salva el libro?"
Daniel Link

"Publica o muere"
Homero Simpsons

Tragedia pampeana, “El desperdicio”, narra el clásico periplo de ascenso y caída del héroe. Elena Arteche, hija de ganaderos acomodados de la provincia de Buenos Aires, harta del estilo de vida de pueblo se muda a la capital con su hermana y primas para estudiar letras. Su educación porteña se nutrirá tanto de teoría literaria como de hombres, pero un embarazo inesperado y la enfermedad de su hermana comenzarán a poner fin a una carrera promisoria. A partir de ahí todo será una progresiva cuesta abajo: Elena volverá al pago, se casará sin muchas convicciones e intentará, sin éxito, darle un poco de forma a su vida, hasta su muerte temprana.

Matilde Sánchez parece antropomorfizar en esta profesora de letras algunas de las incógnitas que sobrevuelan el imaginario social argentino desde hace mucho tiempo: ¿qué nos pasó? ¿en qué momentos empezamos a dejar de ser lo que éramos? ¿y qué habría sido de nosotros, que prometíamos tanto, si la desgracia no se hubiera posado en nuestros hombros? En definitiva: que entre lo que pudimos ser y lo que fuimos, se abre un hiato, un intersticio que explica básicamente toda la historia de la Argentina y de Elena Arteche.

La narradora, amiga de toda la vida de Elena, intentará comprender la vida de esa mujer que pudo serlo todo, pero que terminó tapando los huecos que le venían en suerte, improvisando soluciones sobre la marcha ante el avance despiadado de la Historia. Inevitablemente, Elena abandona ciertas lecturas para dedicarse a la crianza de su hijo, a la refacción del chalet en su pueblo, a poner en funcionamiento un campo devastado en plena recesión, a hacer de asistente social más que de profesora en el colegio, etc. Es decir, de una manera tristísima, bajo la forma de una elegía sui generis, Matilde Sánchez parece decirnos que somos lo que la vida hizo de nosotros más que lo nosotros hicimos de nuestra vida. Y aunque la relación metonímica entre Elena y el país es obvia -aunque sin llegar a ser explicita-, lo que se pone en discusión también es otro tema: ¿por qué en un sentido general debemos sentirnos triste por la vida de Elena?

¿Cómo valoramos e interpretamos una vida, más aún cuando es la de otro?¿bajo qué conceptos decidimos si una vida fue o no bien vivida, si fue o no un desperdicio? Se sugerirá que parte del descalabro emocional de Elena se debió a su incapacidad de terminar un libro (“un puto libro”), que toda su vida fue un continuo desperdicio de talento e inteligencia. Pero aquí es dónde quizá la diferencia entre libro y obra pueda percibirse más claramente.

Como bien señala un anónimo en el blog de Link, “El desperdicio” puede leerse en clave anticapitalista, entendiendo los desperdicios no como aquello que se deja apropiar por la cultura, que se transforma en un objeto al servicio de la comodidad, sino que por sus cualidades antiproductivas, de esas ruinas se pueden desprender, construir algo valioso. Elena es incapaz de terminar esa tesis monumental sobre el grotesco criollo a la que tanto años le dedicó (entre otros tantos proyectos), pero paradójica y paralelamente su legado no oficial hecho de restos, de papers informales, de frases ingeniosas tiradas al viento (que sus amigas adoptan como verdades ancestrales), de clases inspiradoras para sus alumnos, de amor para su hijo y de obras para su pueblo, terminan dejando aún así una huella imborrable en las personas. Su obra no es tanto un legado material (en forma de libros) sino simbólico y por lo tanto, quizás, más duradero.

Y aunque en un intento desesperado el marido de Elena, Billy, pretenda redimir a su mujer a partir de unos papeles, escritos insustanciales, que la occisa dejó desperdigados por ahí, esperando que tal vez la narradora haga de ellos un libro, resulta bastante obvio que allí no está (o está pero muy parcialmente) la obra de Elena. Nuevamente: Si hay algo que Matilde Sánchez le regala a Elena es, no su capacidad de ser libro, es decir, algo autónomo y cerrado sobre sí mismo, destinado al recuerdo anecdótico, sino la de ser obra, rizomática, intangible y viva. Vaya homenaje1.


Coda: en un post reciente escribí sobre un tema similar pero desde una postura distinta. Allí aseveraba que una obra en muchos casos justifica una vida y que esta puede ser más genuina que la suma de hechos heteróclitos que llamamos vida. No creo que ninguna de las dos posturas estén equivocadas, es más creo que se complementan, pero pienso que debería(mos) reflexionar y llevar mucho más allá la pregunta de Foucault y pensar a qué le digo/decimos exactamente obra.


1
A los que le interesen estas boludeces, la novela está inspirada vagamente en la historia de una profesora marplatense que murió a principios de los 2000 y que fue unos de los tantos landmarks invisibles de la historia de la teoría literaria en Argentina.

7 comentarios:

Fran Vanrell dijo...

Mandemoslé un Mail al jorobadito de Bartleby y compañía para que incluya a esta señora en su lista de escritores de la literatura del no. Digo a la señora en la que está levemente inspirada la novela, y al personaje que la representa.

Probablemente esta señora sea la Pepín Bello de las pampas.

haptu dijo...

me mató la cita al anónimo de link... fundamental lo del gasto improductivo.. yo te pasé un texto si mal no lo recuerdo que hablaba de eso en relación a varios textos contemporáneos... espero? respuesta?

Foucault dijo...

De la obra al texto de Barthes.. ta copado para pensar todas estas cosas locas

Bubulina dijo...

Por supuesto que no lo leí.. ¿no me aman?

Brunomilan dijo...

Fran: sé que hablás de Vila-Matas pero no te puedo seguir la referencia demasiado. Ponele que sí.

Haptu: leí lo que pasaste (lo que entendí me gustó. Se entiende?), es más en la parte de los restos y ruinas te chorié un poco.

elJotapé dijo...

la foto!!!!

Emi Rodriguez Montiel dijo...

Creo que este poste te erige por sobre todos nosotros. ¿Por qué? Por haber llevado a cabo dos actos sin precedentes en la escritura del blog: (1) subir una foto personal) (2) citar a un anónimo.

No voy a entablar relaciones alocadas porque peco de pajas y porque creo que no las puedo hacer.
Sólo voy a recordar una frase se Sartre que Feinmann la repite todas las veces que puede:

"Somos lo que han hecho de nosotros."

Esto se relaciona con la primera de tus reflexiones. Creo.
See you.