jueves, 13 de octubre de 2011

"El desperdicio" de Matilde Sánchez. Juntando los restos de lo que (no) fuimos.


"¿De qué ignominia o qué olvido nos salva el libro?"
Daniel Link

"Publica o muere"
Homero Simpsons

Tragedia pampeana, “El desperdicio”, narra el clásico periplo de ascenso y caída del héroe. Elena Arteche, hija de ganaderos acomodados de la provincia de Buenos Aires, harta del estilo de vida de pueblo se muda a la capital con su hermana y primas para estudiar letras. Su educación porteña se nutrirá tanto de teoría literaria como de hombres, pero un embarazo inesperado y la enfermedad de su hermana comenzarán a poner fin a una carrera promisoria. A partir de ahí todo será una progresiva cuesta abajo: Elena volverá al pago, se casará sin muchas convicciones e intentará, sin éxito, darle un poco de forma a su vida, hasta su muerte temprana.

Matilde Sánchez parece antropomorfizar en esta profesora de letras algunas de las incógnitas que sobrevuelan el imaginario social argentino desde hace mucho tiempo: ¿qué nos pasó? ¿en qué momentos empezamos a dejar de ser lo que éramos? ¿y qué habría sido de nosotros, que prometíamos tanto, si la desgracia no se hubiera posado en nuestros hombros? En definitiva: que entre lo que pudimos ser y lo que fuimos, se abre un hiato, un intersticio que explica básicamente toda la historia de la Argentina y de Elena Arteche.

La narradora, amiga de toda la vida de Elena, intentará comprender la vida de esa mujer que pudo serlo todo, pero que terminó tapando los huecos que le venían en suerte, improvisando soluciones sobre la marcha ante el avance despiadado de la Historia. Inevitablemente, Elena abandona ciertas lecturas para dedicarse a la crianza de su hijo, a la refacción del chalet en su pueblo, a poner en funcionamiento un campo devastado en plena recesión, a hacer de asistente social más que de profesora en el colegio, etc. Es decir, de una manera tristísima, bajo la forma de una elegía sui generis, Matilde Sánchez parece decirnos que somos lo que la vida hizo de nosotros más que lo nosotros hicimos de nuestra vida. Y aunque la relación metonímica entre Elena y el país es obvia -aunque sin llegar a ser explicita-, lo que se pone en discusión también es otro tema: ¿por qué en un sentido general debemos sentirnos triste por la vida de Elena?

¿Cómo valoramos e interpretamos una vida, más aún cuando es la de otro?¿bajo qué conceptos decidimos si una vida fue o no bien vivida, si fue o no un desperdicio? Se sugerirá que parte del descalabro emocional de Elena se debió a su incapacidad de terminar un libro (“un puto libro”), que toda su vida fue un continuo desperdicio de talento e inteligencia. Pero aquí es dónde quizá la diferencia entre libro y obra pueda percibirse más claramente.

Como bien señala un anónimo en el blog de Link, “El desperdicio” puede leerse en clave anticapitalista, entendiendo los desperdicios no como aquello que se deja apropiar por la cultura, que se transforma en un objeto al servicio de la comodidad, sino que por sus cualidades antiproductivas, de esas ruinas se pueden desprender, construir algo valioso. Elena es incapaz de terminar esa tesis monumental sobre el grotesco criollo a la que tanto años le dedicó (entre otros tantos proyectos), pero paradójica y paralelamente su legado no oficial hecho de restos, de papers informales, de frases ingeniosas tiradas al viento (que sus amigas adoptan como verdades ancestrales), de clases inspiradoras para sus alumnos, de amor para su hijo y de obras para su pueblo, terminan dejando aún así una huella imborrable en las personas. Su obra no es tanto un legado material (en forma de libros) sino simbólico y por lo tanto, quizás, más duradero.

Y aunque en un intento desesperado el marido de Elena, Billy, pretenda redimir a su mujer a partir de unos papeles, escritos insustanciales, que la occisa dejó desperdigados por ahí, esperando que tal vez la narradora haga de ellos un libro, resulta bastante obvio que allí no está (o está pero muy parcialmente) la obra de Elena. Nuevamente: Si hay algo que Matilde Sánchez le regala a Elena es, no su capacidad de ser libro, es decir, algo autónomo y cerrado sobre sí mismo, destinado al recuerdo anecdótico, sino la de ser obra, rizomática, intangible y viva. Vaya homenaje1.


Coda: en un post reciente escribí sobre un tema similar pero desde una postura distinta. Allí aseveraba que una obra en muchos casos justifica una vida y que esta puede ser más genuina que la suma de hechos heteróclitos que llamamos vida. No creo que ninguna de las dos posturas estén equivocadas, es más creo que se complementan, pero pienso que debería(mos) reflexionar y llevar mucho más allá la pregunta de Foucault y pensar a qué le digo/decimos exactamente obra.


1
A los que le interesen estas boludeces, la novela está inspirada vagamente en la historia de una profesora marplatense que murió a principios de los 2000 y que fue unos de los tantos landmarks invisibles de la historia de la teoría literaria en Argentina.

martes, 4 de octubre de 2011

Explore the void.


(…) no consiste acá en detener la cadena de los sistemas, en fundar una verdad, una legalidad. Consiste en embragar el sistema no según su calidad finita, sino según su pluralidad, paso, atravieso, articulo, desencadeno pero no cuento.

Rolandito B.


Cierto “conocido” contemporáneo hablando del inminente estreno de “Enter the Void”, expresó que la traducción del título debía ser “Entrale al vacío”, de alguna manera u otra, “entrarle” al vacío es la principal característica del último largometraje del franco-argentino Gaspar Noé.

A ver, hagamos una tarea parecida a la realizada por el director, y centrémonos primero en la exterioridad de la película, hagamos avanzar nuestro punto de vista desde lo macro hacia lo micro, entrémonos en el vacío.

Es Gaspar Noé, (leer con voz de Troy McLure) quizás lo conozcan por ser el hijo de Felipe Noé, quizás lo conozcan porque les agrada su look “pelado con bigote irónico”, pero quizás lo conozcan, y acá si basta de cháchara, de trabajos anteriores como “Solo contra todos” o “Irreversible”. Es en irreversible donde aplica ya con creces este maldito empecinamiento de no dejar la cámara quieta nunca, hasta llegar a estados donde logra marear a los espectadores,- de hecho, quien firma esto-, tuvo que abandonarla la primera vez que la empezó a ver. Estamos frente a un director maldito, o mejor, como se le diría en el barrio, un malaleche. Indudablemente se lo puede incluir en un pequeño grupo que también incluiría a Haneke y Von Trier, creo, y deseo fervientemente, que alguna tarde deberían sentarse juntos a tomar el té y discutir sobre la vida.

El tipo es un malaleche, se mire por donde se lo mire, repasar brevemente los argumentos de sus anteriores films quizás aclare un poco más la cuestión, a grandes rasgos, no le tiembla el pulso a la hora de hablar de enfermos mentales, violaciones, prostitución, drogas o golpizas con matafuegos. Si bien existe cierto rasgo provocador en su filmografía, creo que Enter the Void amalgama a la perfección una cierta idea de provocación y buen cine.



No vamos a encontrar hechos tan provocadores como en sus dos anteriores films, probablemente nunca llegue de nuevo a esa explosión provocadora originada por una violación en un metro francés. Acá nos va a romper la cabeza estética y visualmente, será una provocación visual, una concentración letal de sobreexposición de imágenes, formas, luces y colores. Ya desde los títulos mismos de la película, creo sinceramente que se puede ocasionar un desmayo en alguna persona que padezca problemas epilépticos. Pero no solo nos va a dilapidar los párpados con luces, sino que nos va a llevar a dar un recorrido por un escenario que nunca se llegará a entender del todo (menciones especiales para su montajista y editor de imagen), y nunca terminaremos de focalizarnos en un lugar.

La cámara será una persistente concatenación de travellings y travellings circulares, el ojo de la cámara no parpadeará nunca y cual pupila dilatada por el efecto de una droga sintetizada, no terminará de focalizar nunca en nada en especial. Explora los lugares y escenarios con una majestuosidad pocas veces vistas (creo que en cuanto a trabajar con los diferentes espacios, la película no le debe nada al mejor Hithcoch), la cámara se mete en TODOS los agujeros, intersticios y lugares donde pueda meterse, (no falta acá introducirse en un agujero ocasionado por una bala, un órgano genital femenino o adentro de un feto producto de un aborto practicado en cámara).

Vital importancia cobrará la posición de la cámara en los primeros 45 minutos, en los cuales, nos convertimos en la primera persona de la película, vemos según el actor, nos movemos según el actor e incluso pestañeamos según pestañee el actor, de hecho también podemos observar los delirios causados por la ingesta de ácidos lisérgicos. Nunca existirá en nuestras vidas, la posibilidad de sentirnos morir como lo hace el personaje, ni la idea de ser arrollados por ese camión, de hecho cuando se ve la escena del choque, giré tan bruscamente mi cuerpo que me quedó doliendo el cuello. A ver, me explico, lo más cerca que podemos llegar a estar de contemplar la muerte dentro de la ficción cinematográfica, lo vamos a ver acá, en esta película, es una sensación incomodísima, pero placentera a la vez, podemos llegar a sentir como nos meten un tiro en el medio del pecho y cómo vamos perdiendo lentamente las distintas funciones motoras del cuerpo, o simplemente como ser arrollados por un camión en primera persona (pocas veces sentí tanto miedo de que repitan nuevamente una escena). Es algo que debió ser aclarado en un primer momento, si usted se sienta a ver esta película, indudablemente no va a pasar un buen rato, y la va a sufrir, pero justamente creo que es la finalidad de este tipo de películas, uno va queriendo que la película termine desde el momento justo en que empieza, pero sin embargo, un cierto deseo autodestructivo nos impulsa a seguir viéndola y a retroceder y repetir ciertas escenas de manera cuasi suicida.

Para desprendernos de la cámara en primera persona vamos a situarnos desde una tercera persona, o un “espectador omnisciente” que parece victima de la concentración cuasi- budista que tanta relevancia cobrará en la película.

El desarrollo parcial de la acción, estará visualmente anclado en el espectacular trabajo realizado con los espacios, y acá insisto la película en este aspecto no tiene nada que envidiarle a nadie. El vacío que orquesta el film, estará fijado en las tomas cerradas. Todas las tragedias ocurrirán en espacios compactos (un baño de un bar, un auto, la habitación de un “cabaret”), nada bueno parece realizarse en lugares cerrados, de hecho las tomas en las que se ve como se vela al personaje, y la posterior introducción en un jarrón para cenizas lo demostrarán con creces. No hay liberación, no hay catarsis interior hasta no ser liberado del lugar que lo contiene, el cuerpo debe ser extraído del baño, el feto debe ser extraído del cuerpo, las cenizas deben ser extraídas del jarrón, la constante esperanza de liberación interior solo llegará a través de la exteriorización, de ahí también las catarsis de insultos y golpes contra quien es el culpable de la muerte.


Enter The Void, es desde mi punto de vista, su película mejor lograda. Es la película que mas “narración” tiene, y la sabe manejar muy bien. No llegará a los puntos excelsos que supo tener en Solo contra Todos, o Irreversible, pero mantendrá un pico de tensión a lo largo de toda la película. Saber mantener la intensidad es, a mí entender, uno de los máximos logros de la película, no caerá en el error de Irreversible donde al desestructurar la narración lineal de la historia, terminará su película con escenas más aburridas que el resto de la película. Acá también se encarga de deconstruir el factor lineal temporal de la historia, también habrá analepsis y prolepsis, pero mantendrá apartado hasta los minutos finales esa espectacular toma donde parece filmar un acto sexual desde adentro, si, así como leen, o incluso esa escena final que le da sentido a toda la película.


Acá, solo para que tengan una idea de a que me refiero con "una provocación visual, una concentración letal de sobreexposición de imágenes, formas, luces y colores", les dejo un video con los créditos de la película (estos son los 2 primeros minutos de la película)



martes, 13 de septiembre de 2011

Tres ataúdes blancos de Antonio Ungar: una lectura escindida.

La promoción editorial de Tres ataúdes blancos promulga así el argumento de la novela: “Un tipo solitario y antisocial es forzado a suplantar la identidad del líder del partido político de oposición y a vivir todo tipo de aventuras para acabar con el régimen totalitario de un país latinoamericano llamado Miranda. Perseguido sin descanso por el régimen del terror que en Miranda todo lo controla y por los abyectos políticos de su propio bando, sólo contra el mundo, el protagonista es finalmente alcanzado y cazado. Su enamorada en cambio consigue huir milagrosamente, y con ella queda viva la esperanza de un nuevo comienzo para la historia.” Un crítico mal dormido no tardaría en desechar esta obra en la pág. 100 tildándola de mero reservorio de clichés que repite y recicla estereotipos. Un lector común no tardaría en consagrarla como una de las mejores novelas leídas en el año. Por su prosa hábil, por su carga constante de humor e ironía, lograría en el lector común la sensación de estar disfrutando a lo grande el último thriller de Hollywood. He aquí la cuestión: o examino la novela

desde el lente crítico, revisando la serie literaria en la que se inserta y, acto seguido, la condeno de pobre y de cobarde por no haber sido capaz de proponer una nueva experimentación narrativa en cuanto al tratamiento de sus signos; o, siguiendo el camino obnubilado del goce estético, erijo a la novela de Antonio Ungar por sobre todos los textos y le atribuyo cinco estrellas en mi reseña personal. Ni lo uno ni lo otro: las dos.

Si estudiamos inicialmente el punto primero, el del foco crítico, tenemos que decir que Tres ataúdes blancos, premio Herralde de novela 2010, viene a sentarse en el tercer o cuarto banco de la escuela estética contemporánea. No es ni el alumno excelentísimo que sigue al pie de la letra las luces de su tiempo (hablo de la condición postautónoma[1] que actualmente atraviesa la producción literaria y artística) ni tampoco el alumno marginado, el del banco arrinconado en alguna esquina del fondo, que no se deja cegar por las luces que su tiempo le propone y llega a poder contemplar sus sombras, lo que todavía no es, lo que está a punto de acontecer. Tres ataúdes blancos está entre medio de estas dos posibilidades, no se arriesga a nada. Se acomoda en la seguridad de sus tópicos, que son: (a) un país ficticio para parodiar las problemáticas político-económicas de América Latina (b) la construcción de un anti-héroe para abordar una reflexión sobre la identidad individual (c) Una historia de amor imposible (d) la aparición en el final de la novela de un hijo que servirá de esperanza para revertir lo irreversible (e) la explicitación de los complejos mecanismos del poder, con sus obvios accesorios: escuadrones de la muerte, amigos que traicionan y se pasan para el otro partido, detención del poder en un personaje (Don Tomás del Pito) y el asesinato en la primera página del único personaje capaz de arrebatarle el poder (el opositor don Pedro Akira).

Lo paradójico es que, en el nivel de las formas (del cómo), la novela presenta varias razones para ser apreciada desde una persiana postautónoma. Sin embargo, quizás por incapacidad artística o simple comodidad, no lo logra. Veamos el siguiente apartado:

“Vayamos con el héroe-narrador hasta la tienda del pan, haciendo ahora un primer plano de su ancha espalda intercalado con primerísimos planos de su boca firme y de su frente que brilla bajo el sol. Conmovidos, expresémonos otra vez en pasado, tiempo verbal que sin quitarle lo héroe es mucho más fácil de usar que el presente. Digamos así que las calles estaban sucias de empaques alimentarios y de desechos animales”.

Si bien podemos apreciar una clara búsqueda de narrar desde el registro cinematográfico (si bien hay interdisciplinariedad, una salida de su campo), el orden de la representación no logra agrietarse. Los signos no alcanzan a explotar para que se produzca una operación de vaciamiento de sentido. El orden sigue intacto, el caos no alcanza ni siquiera a vislumbrarse. Sólo se puede observar una escritura que para su armado recurre a un peculiar recurso literario

extraído de otra disciplina. Lo mismo ocurre cuando se relata por TV la muerte de Pedro Akira o cuando el héroe lee las noticias del día en su queridísimo periódico El Universo versión digital.

Tres ataúdes blancos no es que se resista al espíritu de su tiempo (un mundo ya sin certezas, sin relatos); de hecho, su arquitectura es abierta (vacía) y permite una multiplicidad de lecturas, de interpretaciones. Es una muy buena novela. El problema –para la teoría, no par

a mi lectura- es que no supo resolver el problema de los estereotipos, de los clichés. No supo explotar las palabras, los signos, para que éstos se desborden y alcancen la libertad y energía que el siglo XXI exige.

Ahora bien, cambiando el lente de lugar, me posiciono ahora en la intimidad de mi lectura. La novela de Ungar me hizo llorar, reír y entablar una caminata larga y paranoica por todos los sitios de mi casa. Su lectura fue entrar un estado de tensión permanente, como en una película de Hollywood. Su éxito radica, quizás, en lo que Barthes dijo sobre la estupidez:

“De un juego musical escuchado todas las semanas en F.M. y que le parece “estúpido”, saca lo siguiente: la estupidez podría ser un centro duro e insecable, un primitivo: nada se puede hacer para descomponerla científicamente (…) ¿Qué es? ¿Un espectáculo, una ficción estética, un fantasma tal vez? ¿Quizás tenemos ganas de meternos en el cuadro? Es hermoso, sofocante, extraño; y de la estupidez sólo tendría el derecho de decir, en suma, lo siguiente: me fascina. La fascinación podría ser el sentimiento adecuado que debe inspirarme la estupidez (si se llega a pronunciar su nombre): me abraza.”

Roland Barthes por Roland Barthes.

Esta novela me fascinó y me sofocó de un modo que solo Cien años de soledad pudo alcanzar. Y es por eso que a esta novela la recomiendo, la consagro.



[1] La condición postautónoma de la literatura remite a un tipo de escritura que no permite leérsela con las tradicionales categorías de la disciplina: autor, obra, estilo, texto y sentido. “No se las puede leer como literatura porque aplican a la “literatura” una drástica operación de vaciamiento de sentido” dirá Josefina Ludmer en su texto “Literaturas postautónomas”. Estas escrituras (ejemplos: la narrativa de Washington Cucurto, de César Aira y de Fabián Casas, entre otros) construyen una “realidad cotidiana” saliéndose de lo puramente literario para incluir en su arquitectura el registro de las nuevas tecnologías (tv, internet, blogs, e-mail, medios, etc.). Se produce una pérdida de la autonomía, se sale fuera del propio campo para fabricar un presente desde la interdisciplinariedad e interculturalidad. Es una práctica basada en el contexto, en la liberación y explosión de los signos.

sábado, 30 de julio de 2011

Huevos a la esvástica


Hitler has only got one ball,
Göring has two but very small,
Himmler has something sim'lar,
But poor old Goebbels has no balls at all.*



«Un huevo solo a Hitler le quedó
Los de Göring son pequeños pero tiene dos
Los de Himmler algo similares son
Pero al pobre viejo Goebbels
ni uno solo le creció».




* Thomas Pynchon cita esta canción en su novela V. y cuenta que la misma era cantada por los soldados británicos de artillería en Malta en 1940.

Nota: La traducción pertenece al staff de la Hermandad del Kraken.

viernes, 15 de julio de 2011

“Cómo ser un genio poético” por Bart Simpson

1) Dedica tu poema a alguien famoso. Todos se darán cuenta de que eres un pensador profundo e importante.

2) Usa siempre frases extranjeras. Con ello demuestras tu inteligencia; no te basta con un idioma para expresar lo que tienes en la mente.

3) Desgraciadamente algunos poemas riman. Si tienes que escribir una poesía rimada, será mejor que elijas primero las palabras que riman y que descubras el tema conforme avanzas. Sugerencias: ir, venir, sufrir, faquir, elixir, morir, impedir, zurcir.

4) Cuanto más desesperanzado sea el tema de tu poesía, mejor: he aquí algunas ideas para principiantes: odio, amor, muerte, culpa, los deberes.

5) ¿La puntuación te representa un problema? No tienes que usarla cuando escribas una poesía.

6) O usa solo puntuación. Todo vale.

7) Cuanto mas grandilocuentes sean las palabras, mejor será el poema.

8) Usa palabras que empiecen todas con la misma letra. La gente quedara maravillada.

9) He aquí algunos de los secretos poéticos más enrollados: ni siquiera necesitas palabras de verdad. Limítate a inventarlas.

10) Puedes escribir lo que te de la gana y llamarlo un poema si añades mucho espacio en blanco.

11) Deletrea las palabras del modo que te parezca. Estas escribiendo sobre el significado de la vida, no un obtuso libro de normas gramaticales.

12) Repite las mismas palabras y otra vez. Suena profundo, y ayuda a llenar la pagina.


AUF WIEDERSEHEN, BOLLITO MIO (una canción japonesa)
Por Talbot J. Davenport III
Dedicado a Albert Einstein (1)

Es la hora de la despedida
Auf wiedersehen (2)
Auf wiedersehen, bollito mio
Adiós.
No debes llorar.
Tengo que marchar (3)
Prometo regresar.
A este mi hogar.
Adiós.

Tu mente es tan grande como
Un corazón lleno de amor (4)
No correspondido
Colmado de angustia y futilidad
Tu hogar estaba en cual-
Quier parte del vacío (5)
Del universo
#&*¡!!$%%&?*#@$!!! (6)
(7) deambula sin rumbo
retrotráete al futuro
@&*!$¿¿¿$%&@#

Cabeza peluda de mendigo (8)
Que las pesadillas humanas
Absorbía.

Uma bulumba bumba (9)
Tamba rimba birimba
Akula zulienga
Psanga uh Mhenga
Y emerge
¡Kaluma-oi-zenga!

Ya
Sabes
(10) ¿Por qué
tanto
odio?

Ahora debo partir
El tiempo ha pasado
Mehsperan (11) en Berlín
Desde donde me han llamado.
Guarda mi violín
Adiós genio adorado
Auf wiedersehen
Auf wiedersehen
Auf wiedersehen
Auf wiedersehen. (12)
Auf.

(Extraído de “Bart Simpson: Guía para la vida”, 1997)

Glorioso, ni César Vallejo podría haber escrito algo mejor.

Compré este libro a los once años,
cuando los Simpson eran casi lo único que importaba en la vida y me hizo pasar muchas tardes divertidas. Muchos años han pasado y ya los Simpson me son completamente indiferentes, pero un cúmulo de citas y momentos extraordinarios forman parte innegablemente de la cultura popular. Hoy y a pesar de todo, gracias el poder de la relectura (mi deuda con Borges y Pierre Menard es infinita) Bart sigue iluminándonos el camino en nuevas y extrañas maneras.

Nos vemos luego, viejo.

jueves, 7 de julio de 2011

Lispector y el unheimlich femenino

La mujer continuó sacudiendo la toalla con violencia y se preguntó a quién podría contarle lo que le había sucedido, pero no encontró a nadie que pudiera entender lo que ella no podía explicar”.

En este párrafo se resume básicamente gran parte del libro de cuentos “Lazos familiares” de Clarice Lispector. El acto cotidiano, el enrarecimiento de la percepción, la incomunicación con los demás, y lo clave de todo: la imposibilidad ontológica del lenguaje.

En la mayoría de sus relatos la brasilera crea personajes sumidos en una rutina domestica incuestionable. Todo sucede invariablemente como el día anterior. Hasta que algo ocurre. Ese algo no pertenece a ningún orden de lo paranormal o lo extraordinario. Todo es más simple y verosímil, pero aún así no menos increíble: es el advenimiento del absurdo de la existencia –también conocido como el momento en que nos damos cuenta de eso. Y esto puede ocurrir en el momento menos esperado: al mirar un ciego a través de la ventana de un colectivo (“Amor”), al percibir que unos hombres disfrazados transgreden los límites familiares (“Misterio en San Cristóbal”) o ante la simple contemplación de la belleza (“Imitación de la rosa”).

Como si de repente un mundo de apariencias se viniera abajo y lo real se presentase en bruto ante sus ojos, los personajes parecen ingresar de repente al mundo simbólico, y con ello obviamente a la imposibilidad de expresar ese real percibido. Un turbulento mundo interior se pone en marcha, pero al haber pasado durante tanto tiempo en silencio y faltarles las coordenadas precisas para poner en palabras la extrañeza del mundo, la frustración pareciera ser aún mayor.

Sus personajes predilectos para encarar este predicamento son las mujeres, pero en especial las ama de casa. Ellas encarnan a la perfección el papel de aquel o que no puede ver, cegado como está por años y años de opresión material y simbólica (hay que recordar que “Lazos familiares” es de los ’60, y aunque experiencias como las de Virginia Woolf ya existían hace décadas el tema seguía candente en el imaginario popular); pero también de aquel que tiene una visión desproporcionada de si mismo. En “Devaneo y embriaguez de una muchacha” la protagonista se ve gorda, inmensa:
“Y cuando entrecerró los ojos nublados, todo quedó de carne, el pie de la cama de carne, la ventana de carne, en la silla el traje de carne que el marido había arrojado, y todo, casi, le producía dolor. Y ella cada vez más grande, vacilante, temblorosa, gigantesca. Si consiguiera llegar más cerca de sí misma se vería más grande. Cada brazo podría ser recorrido por una persona, en la ignorancia de que se trataba de un brazo, y en cada ojo podría sumergirse y nadar sin saber que era un ojo. Y alrededor doliendo todo, un poco. Las cosas estaban hechas de carne con neuralgia”
“Preciosura” siguiendo está lógica es sobre una adolescente que se percibe fea y por lo tanto incapaz de mirar a los hombres a los ojos; e “Imitación de la rosa” se detiene sobre un ama de casa cuya relación con la locura es más compleja de lo que parece.

En definitiva y más allá de ciertos cuentos que exploran a su vez otros tópicos (la animalidad inherente del ser humano, el lugar del hombre dentro de la delicada arquitectura mental de esas mujeres, la familia como artificio, etc), en todos pueden verse la presencia del horror acechándonos en lo cotidiano –Freud como siempre lo prefiguro todo-, en los acontecimientos más banales de nuestra existencia.

viernes, 17 de junio de 2011

Todos los Julios el Julio

I
Interminables exordios 

Cortázar es uno de esos escritores que todos pretendemos haber leído para no quedar mal. No al nivel de Joyce –del que se sabe que nunca nadie lo leyó, pero todos lo citan– sino de esos que por vergüenza no admitimos desconocer completamente. ¡Vamos gente, a sincerarse! que, en el fondo, somos todos un poco como Zelig.

Cuando digo todos, estoy hablando obviamente de unos pocos, esos pocos que somos nosotros: los que vamos por la vida chapeando nuestros libros de Bolaño, nuestras novelas de Pynchon, o el haber sido el primero dentro de la orden en descubrir a Robbe-Grillet, a George Perec, a Vila-Matas, a Alan Pauls, o a una interminable lista de personajes (el vértigo de las listas es tarea de Brunomilan, no pretendo robarle el privilegio).

No tengo empacho en decir que nunca leí Rayuela. Tampoco quiero decir que andaría por las calles con una remera que diga: “No leí Rayuela”. No es algo de lo que me enorgullesco, tampoco es algo que me quite el sueño, ni mucho menos algo que me niegue a hacer. Simplemente no lo hice... porque se dio así, porque quiero leer tantas cosas que mi deambular por los libros es caótico, irregular, azaroso. No sigo un programa de lectura: primero esto, después aquel, mañana eso. No puedo. El número de libros «por leer» es tantísimo más grande del que «estoy leyendo» (y mientras escribo, el número de libros por leer aumenta... también la deuda externa).

Por ejemplo, no sé hace cuántos años salió la película del “Nombre de la Rosa”, pero siempre me negué a verla antes de leer el libro. Al día de hoy no leí el libro –espera paciente en la repisa de los deseados–, ni tampoco vi la película.

En algún momento pensé en no leer nada nuevo, ni raro, ni poco conocido, ni marginal, ni..., o leer muy poco, e intentar primero abarcar los “imprescindibles” (y vaya uno a saber quién dice cuáles son: vox populi, la academia, los intelectuales de ayer, los de hoy, los diarios, Beatriz Sarlo... todos y ninguno). No tardé mucho tiempo en darme cuenta que era una completa estupidez. Creo que debe haber sido uno de los mayores momentos de lucidez de mi vida, ese día en que me decidí a leer todo... porque «leer todo» significa perseguir como un estúpido esa utopía. Sordamente. Sin hacerme problemas por lo que jamás voy a leer. Aprender a vivir con la imposibilidad... y freno acá, antes de hacer mal uso del psiconálisis para mi provecho.


II
Todos los Julios el Julio


En realidad no quería hablar de esto: de lo que no leí. Quiero hablar/escribir de lo que sí leí. Quería contarles que leí a Cortázar; no leí Rayuela, pero leí a Cortázar. Y ahora siento apenas –apenitas– un poco menos de vergüenza. No se entusiasmen, no voy a hablar de Cortázar en general (como parece prometer el título), tan sólo de uno, el Julio de Todos los fuegos el fuego. Sí, leí otras cosas: algo de Bestiario, alguna que otra fábula. Si hasta participé del desmenuzamiento de Casa Tomada. Pero esos son apenas flashes, sólo algunos glimpses (¡ay!, me puse anglófilo. Hola Said).

Quería contarles que hacía tiempo que no disfrutaba tanto un libro entero. Tal vez el último haya sido La crítica de las armas. Pero todos los fuegos es un libro de cuentos, y la lectura se vive de otra manera que con una novela. Probablemente leer un libro con cuentos sea algo más parecido a escuchar un disco (aunque algunos discos puedan asemejarse más a la estructura de una novela, como Tommy o The Wall. O cualquiera que se instale en lo que se conoce como ópera rock). Pero también hay libros y discos que tienen un espíritu más de "recopilación", de diferentes narraciones juntas en un mismo volúmen, pero no por eso parte de una misma historia. Los hay con un centro bien evidente, un leit-motiv; pero también los hay con un centro que está en todas partes, pero en ninguna. Leer Todos los fuegos es comparable –si quieren continuar la analogía– a escuchar «Bicicleta», un "rejunte de cosas", no tan evidentemente conectadas, pero en la que no falla ninguna. No hay una que digas: “bueno, pero si no tuviera esto, sería lo más de lo más”. Es lo más de lo más. Sin sacar nada. Sí, alguno gusta más que el otro, pero no quiere decir que el que gusta menos sea desechable, detestable, sino que el primero es superior, mejor que genial, un «excelente plus».

Por ejemplo, el primero –La autopista del sur– podría espantar a unos cuantos lectores, personas que arrojarían el libro a hogueras públicas al grito de "¡es re pesado, lento, no pasa nada, demasiado descriptivo, aburrido!", acompañando el grito con interminables alusiones a partes íntimas de la madre, hermana, tía, lora y demás allegados femeninos de Cortázar. Tal vez estos lectores no prestaron atención a lo que se narra. ¡Hello!, es un embotellamiento, señora. Lo que sucede, señora, es que el mismo cuento es un embotellamiento: es lento, aburre, impacienta, exaspera. En fin, te dan ganas de matar al intendente. Obviamente, con esto no alcanza. Claro, si fuera lento, aburrido, exasperante y ya, sería una porquería. La genialidad del cuento es llevar esta situación al extremo, exagerarla al punto de convertirla en absurda. Ya no estamos leyendo la narración de un embotellamiento en las afueras de París, lo que se presenta ante nosotros ahora es el surgimiento de una sociedad. Un grupo de sobrevivientes aprendiendo a vivir en una isla perdida. Una isla en la que no hay ningún Julián Weich que los llame a consejo al final de la semana, pero en la que tampoco hay osos polares, others, humos negros vengativos, o iraquíes torturadores. Vemos a Taunus convertirse en lider, al ingeniero del 404 tener un romance con Dauphine (amorío típico de todo grupo de gente perdido en una isla). Cada actor de la "Gran Sociedad" está representada: los ancianos, los niños, los jóvenes rebeldes, la mujer que los hombres se disputa, los comerciantes ("Porsche"). 

Y una vez que estamos convencidos de que todo eso es una realidad instalada para siempre, el embotellamiento se disuelve, los autos comienzan a moverse. Es el regreso de los sobrevivientes a la sociedad. Nunca sabremos si pudieron adaptarse o si jamás lograron la reinserción. Ya no importa. Todo aquello terminará por olvidarse.

Para no extender más esto que ya es demasiado extenso para la web, sepan que mi silencio en cuánto a los demás cuentos no significa que no tengo nada que decir de ellos. Espero que con esta frase se resuma lo que les hubiera dicho: «¡Léanlos, no los van a defraudar!».

martes, 31 de mayo de 2011

Doscientos años de soledad.

La primera vez que leí 100 años de soledad (o de Brenda ¬¬), sentí, cual Aureliano Buendía, que el universo dependía de mi lectura, sentí desfallecer y desmaterializarse las cosas a mi alrededor. Tuve la sensación de haber leído ya todo lo indispensable para salir a la calle y reclamar mi cartel que dijera “Juan Pablo, lector”.
Tuve que leerlo con un árbol genealógico realizado a mano que desbordaba los límites de la hoja original y que contenía más tachaduras y negaciones que aseveraciones. Siempre digo que después de ese libro, mi cerebro quedó desestructuralizado y que por ello me molestaban demasiado los libros con muchos personajes y que debía recurrir a machetes en los cuales anotar los nombres.
Quizá por eso decidí leer por segunda vez la novela, para tratar de sacarme ese maleficio de la cabeza. Por eso, y por la infinita desacreditación que sufre el escritor colombiano.
“perdónalos porque no saben lo que dicen”

Bardeen sus cuentos pedorros, bardeen su “amor en tiempos del cólera”, e incluso bardeen su mala adaptación al cine, pero no se metan con 100 años, no se los voy a permitir.

La segunda lectura de 100 años de soledad, me mostró, cual Aureliano Segundo, que las cosas solo puede leídas al cabo de un largo tiempo, que es inútil tratar de leer las cosas en el momento en el cual se inscriben, que es imposible escaparse de la diacronía, que solo así se verán las cosas en su verdadero valor.
“la gloria de un poeta depende, en suma,
de la excitación o de la apatía de las generaciones de hombres anónimos
que lo ponen a prueba, en la soledad de sus bibliotecas”.
 
Y sí que depende de ello, la novela que llevó al escritor cafetero a ganar su premio Nobel, no porta sobre sí, aún, -o como le diría Messi a Sportscenter “Ey!, por ahora”- el valor que debería, porque, a diferencia del “flamante” y fascista Vergas Llosa (sic), Tn no le dedica especiales y no se lo invita a la Feria del Libro, y eso que el mismísimo Jorgito B. declara que 100 años es “uno de los más grandes libros, no sólo de nuestro tiempo, sino de cualquier tiempo”, y declara desconocer al peruano vende-humo ese.

Y como no va a declarar eso, si yo, Hic et nunc afirmo, y bajo pena de muerte que JLB se moría de envidia por el tamaño inconmensurable de ese final, que cualquier zapallo y/o estudiante de Letras podría significantizar bajo el rótulo de “Mallarmiano”
“le monde, existe pour aboutir à un libre”
Sí. ¡Y de qué manera!
La lectura es todo lo que hay, no hay nada más allá de la novela, Macondo, y sus calles de barro, y sus miles de habitantes, Macondo y sus héroes y villanos, su tren, su plantación bananera, su callejón de los Turcos, y todo lo que alcanzamos a conocer, ( y aquello que no también) será borrado de la faz tierra. Será un libro sin restos, un libro sin continuaciones, un libro terminado, de cabo a rabo. Un libro que dejará a Badiou (a Badiou, y a todos sus amigachos que suelen poner en su página de facebutt que les gusta “el resto”) perplejos.
Suele decirse que los grandes libros que fueron escritos como proyectos titánicos, tienen, obviamente, partes que sobran, partes de más. Y sí, este libro fue planteado como una obra titánica, y como tal se mete en caminos difíciles de cerrar. De allí, quizás, o no, esa infinita intertextualidad en la Obra “GarcíaMarqueña”, esos personajes transversales a su obra, esas historias contadas en diferentes libros, esos puntos de vistas contradictorios de iguales anécdotas que escapan a 100 años de soledad y se meten, irrumpiendo cual pelotazo sobre el arco de Carrizo.
Cuenta la historia que el mismísimo García Márquez una tarde agarró, sacó todos los depósitos que tenía en el banco, seguramente no eran tantos como hoy día, y le dijo a su mujer, -agarrá esta plata y arreglate para subsistir un año entero, me voy a encerrar a escribir a lo largo de un año, y vos te vas a encargar de todo. Incluso la mujer luego de preparada la comida le golpeaba suavemente la puerta de la piecita en la que escribía y le dejaba la bandeja del lado de afuera para no molestarlo. Cuenta además la anécdota que en todo ese tiempo el escritor colombiano no se vió la cara con nadie excepto con María Luisa Elío, persona a la que posteriormente la honraría dedicándole el libro, por distintos motivos y razones García Marquez no consiguió terminar el libro en el tiempo estipulado, su mujer desesperada por ello salió a los almacenes del pueblo y pidió fiado durante todo el tiempo necesario hasta que su marido terminara la obra, el pueblo por conocer la personalidad del autor y por su popularidad creciente decidió aceptar los pedidos de la mujer, según palabras del mismo escritor fueron aproximadamente siete meses de más los que demoró en finalizar la magistral novela. 
Y como semejante proyecto titánico no va a dar como resultado semejante obra.

Se trata entonces de agarrar el libro, ir a la librería de los Turcos (al parecer no solo en Santa Fe los turcos saben hacer la moneda vendiendo libros), y dedicarse a leer el libro. Dedicarse a disfrutar el libro, a sentir el libro, ya que el libro lo es todo y no hay nada más allá. Pero se trata, por sobre todo de hacer una lectura lenta, opuesta a la lectura atragantada, y sin sentido de Aureliano.

(Si desea seguir leyendo el post, vaya a la página 9, si por el contrario desea dejar de leerlo, simplemente deje de leerlo, si decide ir usted mismo a averiguar donde se encuentra el tesoro del galeón hundido, avance hasta la página 678).

lunes, 9 de mayo de 2011

De cómo amé a Miguel de Unamuno


 Amores de verano
A don Miguel, con cariño 
 
Aquella tarde,
tarde de mosquitos zumbando la canción del verano,
tarde de lluvia que viaja en aguaciles.

Aquella tarde
de ocio y de olor a pasto recién cortado,
las gotas de sudor
como un campo sembrado
en la frente.

Aquella tarde
con los pies en una palangana,
bajo la sombra de un árbol todavía joven,
con los codos apoyados en mi estómago
y un libro en las manos.

Yo,
me enamoré de Unamuno.



viernes, 22 de abril de 2011

La ficción como realidad en"La traición de Rita Hayworth": una aproximación hacia la novela prima de Manuel Puig.


¿Qué piensas cuando piensas en Puig? (Pregunta que desarma): pienso en las relaciones humanas, en las tensiones dramáticas que se generan en las relaciones humanas. Su escritura pareciera funcionar como una cámara cinematográfica que, en su afán por eludir persistentemente la presencia del narrador, va registrando (a partir de técnicas narrativas innovadoras tales como la combinación de voces, las confesiones religiosas, la necrológicas, etc.) el agón que se genera tanto en el enfrentamiento con el otro como con uno mismo. ¿Técnicas narrativas innovadoras? (pregunta puntillosa): Sí, Piglia ya lo dijo todo: “Puig fue más allá de la vanguardia; demostró que la renovación técnica y la experimentación no son contradictorias con las formas populares. Comprendió de entrada qué era lo importante en Joyce. "Yo lo que tomé conscientemente de Joyce es esto: hojeé un poco Ulises y vi que era un libro compuesto con técnicas diferentes. Basta. Eso me gustó."1 La escritura de Puig es un laboratorio, un procesador que pergeña subjetividades múltiples y su resultado es la creación de un universo propio, con sus centros y fronteras. ¿Centros y fronteras? ¿Por ejemplo? (pregunta disparadora): El ejemplo claro es La traición de Rita Hayworth, su primera novela. El relato se centra en las tierras desoladas de un pueblo chico de La Pampa, Coronel Vallejos; corre el año 1940 y los personajes se construyen en un no-lugar por excelencia. El mismo Puig, en una entrevista que le realizó Felisa Pinto en 1973, decía: “El paisaje de La Pampa, que en realidad es la ausencia de todo paisaje, resulta una pantalla en blanco donde cada uno proyecta las fantasías que quiere. Ahí un chico que no puede aceptar la realidad por sentirla hostil cambia los términos y toma como realidad a la ficción, ya sea la ficción del cine o la que le dicta su propia imaginación.”2 ¿Tomar como realidad la ficción? (la pregunta del texto) Sí, Puig en su narrativa pone en funcionamiento ese procedimiento. Cine, fantasía, e imaginación, todos estos elementos contribuirán a la caracterización del personaje principal: Toto, un chico que desde el principio se nos presentará con una concepción de mundo diferente del resto. La diferencia radicará en los discursos que éste consumirá: no los de la realidad, sino los de la ficción. Toto se va a caracterizar por su afición a la lectura (“lo subleva que nadie lea, cuando él lee casi un libro por día”3), pero principalmente lo caracterizará su pasión por el cine. Un trabajo brillante sobre este tema (¿qué decir después de este artículo?) es el de Myrna Solotorevsky (Universidad Hebrea de de Jerusalén, Israel) llamado “Sexo e Imaginación, isotopías semánticas básicas de La traición de Rita Hayworth de Manuel Puig”. El postulado central de este texto se basa en leer a la novela desde dos zonas semánticas antitéticas: el Sexo y la Imaginación. Según la caracterización correspondiente de cada uno de los personajes, Solotorevsky los ubicara en alguna de estas dos zonas. Toto (junto con Mita, Esther, Cobito y Choli) se ubicará en la isotopía de la Imaginación. Y es sobre esta zona, la de la imaginación y su poder evasivo de la realidad sobre lo que quiero hablar. Toto, como dijimos, es un chico al que la realidad se le presenta hostil y para refugiarse se entrega a la ficción de las películas que todos los días ve con su madre Mita. Entre el niño y la madre se crea un vínculo muy fuerte que se refuerza por los gustos en común y por compartir una visión distorsionada de la realidad. Solotorevsky dice: “A Mita le corresponde el rol de iniciadora de Toto en el ámbito del cine. Ella insta a Toto a pensar en una cinta durante la hora de la siesta (tiempo de máxima gravitación de la cotidianeidad y posible ejercicio del sexo): «y voy a pensar en la cinta que más me gustó porque mamá me dijo que pensara en una cinta para que no me aburriera a la siesta» (pág. 37).4 El hecho de captar la realidad desde una perspectiva cinematográfica lo pone a Toto ( y a su madre Mita) en el lado de la frontera. El centro sería la realidad material, cotidiana, no ficcionalizada, condicionada por otros discursos que no son el cinematográfico ni el literario. Este hecho se erigirá como significativo a la hora de concebir la tensión entre las relaciones de los personajes ya que a Toto en varias ocaciones se lo juzgará de loco: “hay veces (en que me) resulta indiferente, un extraño, sobre todo cuando se viene con rarezas que no comprendo, porque son propias de un loco” (…) Yo no me explico cómo un chico que tiene todo en la vida, o que lo va a tener, se pone a pensar esas tonterías (…) y demás disparates (…) Es eso lo que me hace sentir indiferente a Toto, alejada, como si no habláramos el mismo idioma. Es cierto que la adolescencia es la edad del desequilibrio” (Pág 276-277). Detengámonos en esta última palabra: desiquilibrio. ¿Qué es lo lleva a que el orden del equilibrio se distorsione? Una falta, una insatisfacción. ¿Es posible que la configuración del personaje Toto, desde un nivel psicológico, este regida por un desiquilibrio, una falta, una insatisfacción? Al concebir el mundo como un mundo regido por el orden de la ficción (un mundo fronterizo, como apuntamos anteriormente) Toto deja entrar en su discurso real a la fantasía. ¿La fantasía? (pregunta psicológica) Sí, Sotorovsky rescata una cita de Freud para explicar este fenómeno: “Freud ha señalado que el hombre feliz jamás fantasea, y sí tan sólo el insatisfecho. Los instintos insatisfechos son las fuerzas impulsoras de las fantasías, y cada fantasía es una satisfacción de deseos, una rectificación de la realidad insatisfactoria». Sigmund Freud, «El poeta y la fantasía», en Psicoanálisis aplicado y técnica

psicoanalítica (Alianza Editorial, Madrid, 1979), Pág. 12”. La realidad del personaje Toto se puede concebir como una realidad insatisfactoria ya que la fantasía (el discurso ficcional del cine y de la literatura) ha condicionado su mirada hacia el mundo. Freud nos dice que aquel que se refugia en la fantasía, en la ficción, satisface un deseo que la realidad no le provee. ¿Cuál es ese deseo? (pregunta que va a la herida) No lo sabemos, sin embargo, no podemos pasar por alto el estudio de Sotorovsky, que analiza desde la teoría freudiana la creciente inclinación sexual de Toto. Sólo la esbozaremos: “Nos parece interesante destacar que la causación que el texto configura respecto de la homosexualidad de Toto, corresponde canónicamente al esquema freudiano, a través de sus fases, complejo edípico y etapa narcisista (…) Como un factor notable entre las influencias accidentales que operan en la selección del objeto (es decir, de la inversión), señala Freud el rechazo sexual o las tempranas intimidaciones sexuales. Agreguemos todavía que, para Freud, la desaparición de un padre fuerte en la niñez no infrecuentemente favorece la inversión sexual. Respecto a esto último, resulta sugestivo destacar —ya en un plano extratextual— que a juicio de Manuel Puig la clave de La traición de Rita Hayworth es la ausencia del padre quien sólo aparece al final de la novela: Yo creo que toda la clave de la novela está en la ausencia del padre. El padre nunca está, nunca interviene. Este chico, que soy yo, siente desde el primer momento que el padre no está. Entonces se me ocurrió que si bien el padre debía figurar en la novela tenía que ponerlo al final. De ese modo el lector debía repetir la experiencia del protagonista. Le escamoteaba ese personaje que recién aparece al final. El lector revive la experiencia del protagonista que es la búsqueda de una figura que no está en ninguna parte y que recién se da al final”. Saúl Sosnowski, «Entrevista”, Hispamérica, año 1, n.03 (1973), pág. 72.”. ¿Entonces la traición de Rita Hayworth es una novela, podríamos decirlo, con rasgos autobiográficos? (pregunta ociosa) Puede ser, pero en todo caso eso ya no importa. Por último, quiero reforzar esta idea de intromisión de la fantasía en la realidad del sujeto a causa de una insatisfacción, y para hacerlo voy a remitirme a Slavoj Zizek y a su “Guía cinematográfica para un perverso”, la cual se refiere a este tema: “Cuando un objeto fantasmático, algo imaginario, un objeto de nuestro mundo interno irrumpe nuestra realidad, la textura de nuestra realidad se distorsiona. Así es como el deseo se inscribe en la realidad: distorsionándola. El deseo es una herida de la realidad. El arte del cine consiste en despertar deseo para jugar con él, pero manteniéndolo a una distancia prudente, domesticándolo, haciéndolo palpable”6. Esta distancia prudente en la configuración del personaje Toto, podemos decirlo, se pierde. El personaje es absorbido por el espacio de la fantasía, de la ficción, del cine.

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1RICARDO, Piglia. Manuel Puig y la magia del relato en "La Argentina en pedazos". Ediciones La Urraca. 1993.

2La entrevista completa se puede encontrar en la web: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-2383-2005-07-20.html

3PUIG, Manuel. XV Cuaderno de pensamientos de Herminia, 1948 en “La traición de Rita Hayworth”. Ediciones Booket, 2da ed. 2007. Pág. 274

4SOLOTOREVSKY, Myrna. “Sexo e Imaginación, isotopías semánticas básicas de La traición de Rita Hayworth de Manuel Puig”. Se puede encontrar en la web: http://revistas.ucm.es/fll/02104547/articulos/ALHI8787110229A.PDF

6ZIZEK, Slavoj. Guia cinematográfica del perverso. 2006.

viernes, 15 de abril de 2011

El Kraken según Miguelito.



Editado!
Para visualizar los subtítulos a la entrevista realizada por nuestro Staff al gran filósofo, deben poner a reproducir el video apretando el play, luego deben dirigirse al triangulito de la derecha, hacerle "click", ahí se despliega una serie de tres iconitos, apretar el que dice "CC" y mirar tranquilamente o no tan tranquilamente.

miércoles, 6 de abril de 2011

Desesperada confesión de un miembro de la Orden del Kraken



Te di mi corazón, y tú lo regalaste.
La oreja de Van Gogh.


Si. Leyeron bien es un epígrafe de la banda pop española.


Quiero dejar de poner epígrafes cultos,
quiero citar bandas de música pop,
quiero saber que se siente emocionarse con Cristian Castro,
quiero saber una letra entera de una canción de Ricky Martin,
quiero ahorrar para verlo a Bon Jovi,
quiero salir un sábado y conocer la música que suena,
quiero saber que se siente bailar una cumbia,
quiero saber cómo se siente en mi cuerpo el perreo,
quiero entender la letra de un reggaetón,
quiero bailar el waka- waka sin mirarlo de la tele,
quiero saber que es un cantante sensible,
quiero mirar música en el canal “Quiero”.


Quiero creer que Francella es el mejor humorista argentino,
quiero que Capusotto no me de gracia,
quiero creer que Zlotoviazga y Tenembaum son periodistas respetables,
quiero ver que tan buena es la novela de Pablo Echarri,
quiero ver los programas de chimentos,
quiero enterarme quien gana bailando por un sueño,
quiero haber leído 10 libros del feinmann facho,
quiero ver entero CQC,
quiero ver todos los fines de semana a Susana Giménez,
quiero saber que tan generoso es Ricardo Fort
quiero saber porque no entiendo a Chiche Gelblung,
quiero que los Midachi me causen gracia,
quiero saber latín y usarlo como Grondona.


Quiero no dormirme pensando que no vi a Bergman,
quiero que Campanella me haga sentir Argentino,
quiero pensar que el 3-D es súper,
quiero creer en el John Cusack de 2012,
(quiero que me guste 2012),
quiero llorar con Titanic,
quiero ser socio del Royal Máster,
quiero ver películas dobladas en Canal 13,
quiero comer pororós mientras miro películas,
quiero que me gusten las películas de Russel Crown,
quiero olvidar que tuve el pelo como Travis Brickle,
quiero acostarme temprano, y no cuando termina Filmoteca.


Quiero que una madalena mojada sea eso, y nada más,
quiero que me digan Pichiciego y no inmutarme,
quiero conocer al repositor del coto que escribe,
quiero que la poesía me emocione,
quiero terminar la saga de Harry Potter,
quiero empezar la saga de crepúsculo,
quiero pensarme como piletero y no como escritor,
quiero leer la Obra de Isabel Allende,
quiero limpiarme el culo con el Ulises,
quiero ver a Borges como un viejo facho y nada más,
quiero que el único Kafka que conozca sea el de Telefé,
quiero que me guste Platero y yo.


Quiero votar a Menem,
quiero creer que “algo habrán hecho”,
quiero ponerme del lado del campo,
quiero creer que el socialismo está equivocado,
(quiero creer que el Socialismo tiene la razón).
quiero que un movimiento político me represente,
quiero pensar que de Narváez es chistoso,
quiero creer en Obama como Nobel de la paz,
quiero creer que Bin Laden existe,
quiero creer que en Europa todos triunfan,
quiero creer que en Argentina todos triunfan.


Quiero no conocer “el fin de la historia”,
el cronotopo, la polifonía,
los actantes, la intertextualidad,
lo legible/ lo escribible,
la industria cultural/ arte,
el Dasein, la destruktion,
la deconstrucción, la diseminación,
la weltanschaung, el ubersmench,
el dadaísmo, el surrealismo, el futurismo,
el estructuralismo, el post- estructuralismo.

Quiero no saber que es abjurar.
Pero lo sé.

Y aquí viene mi desesperada confesión:
Abjuro desde ya, y hasta nuevo aviso,
a la Hermandad del Kraken.


Nuevo aviso:
Abjuro de mi abjuración anterior.
¿Cómo podría llegar a renegar de la Orden?


miércoles, 16 de marzo de 2011

I see dead people: notas aleatorias sobre "La divina comedia"



En mi post sobre Roland Barthes di una pequeña definición sobre los clásicos, acá va otra gratis para toda la familia: libro que la gente conoce de nombre pero que ni en pedo leyó hasta el final y si lo hizo, finge que le encantó. Y siguiendo esta máxima “La divina comedia” es uno de los clásicos más grande de todos los tiempos.

Ahí van una serie de reflexiones aisladas:

1) “La divina comedia” fue leída originalmente como un viaje didáctico y pedagógico, como una serie de lo que hay y no hay que hacer para alcanzar la paz, felicidad espiritual, y para vencer la tentación del pecado y orientar al lector hacia dios; es decir, algo así como un suplemento o folleto explicativo sobre aquello que La Biblia por decoro o falta de imaginación sólo mencionó al pasar. Y así como para sus contemporáneos fue un libro de un profundo martirio espiritual (la gente enloquecía, vomitaba, se volvía loca leyendo la primera parte1) y que promovía la rectitud de los comportamientos (es decir leído con la rigurosidad de una auténtica Biblia), hoy el martirio para nosotros pasa por otro lado, por una estructura densa, repetitiva (“Y vos fulanito por qué estás acá?, dale contame así yo después te hago aparecer en la tele”) que cansa demasiado rápido (una auténtica tortura) y que impone (o intenta imponer) una visión del mundo en general despreciable (que responde a los dogmas cristianos más recalcitrantes). Cómo entender sino que Dios asimilado en el libro como sinónimo de bondad, paz, armonía, sea capaz de permitir lo que presenciamos en la primera parte del libro; en otras palabras: si dios es todo amor y nos ama ¿por qué existe el infierno y por qué dios permite que ocurran semejantes barbaridades en sus dominios2? Es imposible por lo tanto hoy adherir o ensalzar las virtudes de un libro con semejantes valores y de la que se desprende tal filosofía. En definitiva “La divina comedia” es el libro más monológico de la historia (aún más que los antiguos testamentos), porque no adherir al pacto dantesco equivale directamente a ser un hereje condenado a pasar el resto de la vida en el infierno (como ocurre con los pobres griegos, cuyo único pecado según Dante fue creer en “otros dioses”). Que se vaya a cagar Dante y su clásico.


2) “La divina comedia” además de ser un poema épico o si quieren una novela, puede ser leído también como un libro de Historia. Dante allí no hace otra cosa que intentar reescribir la historia universal, de reinterpretar no sólo los hechos acaecidos empíricamente (por ejemplo se nombran las historias de emperadores, papas que realmente existieron) sino también la historia de la literatura, en la que el autor le sube y le baja al pulgar a los distintos personajes (y sabemos lo que significa que Dante te baje el pulgar) según un punto de vista, y como una forma de instalarse dentro de esa historia. Lo interesante es que hoy muchos de esos personajes que leemos han perdido su dimensión existencial, hoy todos esos nombres que se mencionan en los inframundos los leemos exactamente como eso, como nombres que se unen y se confunden. Es como si Dante aligerara la Historia, quitándole toda su conflictividad, y dividiendo maniqueamente al mundo, los buenos de un lado y los malos del otro. A partir de esto, Dante en cierto sentido, se homologa o se convierte una especie de Dios, alguien con la suficiente capacidad moral para poder juzgar quienes de sus contemporáneos merecen arder en el infierno y quien no. Deténgase a pensar también el puterío que se armaría hoy si alguien escribiera un libro similar tirando tanta mierda sobre sus contemporáneos. Seguramente recibiría la reprobación general. Parece que el presente es más permisivo con los hijodeputa de antaño.


3) Hay algo de perverso en que un hombre vivo (como lo es el personaje de Dante en LDC) camine entre esos muertos desdichados y condenados a sufrir eternamentem exhibiendo su feliz condición. Lo veo parecido a esos burgueses que hacen turismo por el tercer mundo señalando lo exótico y diciendo “Aww mirá el león, ohh y esas hermosas cebras, aaah y esos negritos tan lindos haciendo música tan simpática” para darse cuenta que “es re lindo esto, pero es todo muy pobre che, una lastima”. Dante se pasea por los bajos mundos con la seguridad de saber que él no pertenece allí, que su estancia en el infierno es casual y momentánea y que él no tiene nada que ver con esa chusma. Es de alguna manera antológicamente incapaz de comprender el sufrimiento de los demás y por más que se interesa por ellos (dándoles un breve momento de caridad), por más que intente acercarse al pueblo para empaparse de la verdad del barro, sabe que va a salir indemne y bien limpito.


4) Les parece a uds que la siguiente actitud es de alguien puro que merece ascender al reino de los cielos para reencontrarse con su amada?:

- Yo estoy vivo -fue mi respuesta-; y puede serte grato, si fama deseas, que ponga tu nombre entre los otros que conservo en la memoria. A lo que repuso: - Deseo todo lo contrario; vete de aquí, y no me causes más molestia, pues suenan mal tus lisonjas en esta caverna. Entonces le cogí por los pelos del cogote, y le dije: - Es preciso que digas tu nombre, o no te quedará ni un solo cabello. Pero él me replicó: - Aunque me repeles, ni te diré quién soy, ni verás mi rostro, por más que me golpees mil veces en la cabeza.

Dante es un fucking BULLY. Parece el chico de tang exigiendo más jugo!


5) Según Borges en “Nueve ensayos dantescos” Beatriz era todo para Dante, pero él muy poco para ella, pero esto es en cierta medida falso. Beatriz lo quiere a Dante, tanto como para transgredir las reglas del inframundo y mandarle a Virgilio y hacerlo llegar ante ella en un tiempo que no se ajusta a lo que el resto de las almas deben pasar para llegar al cielo. Lo raro y que nunca pude comprender del todo es porque después de todo el periplo y las transgresiones de la burocracia divina, cuando finalmente se encuentran ella lo trata tan fríamente. Hay una incongruencia total entre las distintas actitudes de los personajes, por ej Dante se deshace en elogios hacia Virgilio, pero a la hora de separarse, el Fiorentino no parece hacerse mucho problema de abandonar a su maestro, casi que se olvida de él, lo que confirma que eso de que entre un amigo y una mina, todos eligen a la mujer es una verdad atemporal.


6) Al final y después de todo: qué tantas pruebas debe superar Dante para reunirse con Beatriz? Cuál es el maravilloso periplo tantas veces exaltado? Si lo único que hace es caminar, hablar, dormir, hasta cuando está en un mínimo riesgo Virgilio salta en su ayuda. La saga de Scott Pilgrim es mucho más honesta y épica en eso de superar etapas para ganarse el corazón de la amada.


7) Tal vez todo esto es una mala interpretación del libro debido a una pésima edición. Es de Clarín y Clarín miente, así que yo no confiaría en nada de lo anteriomente dicho.


Y de yapa o regalo por haber llegado hasta acá les dejo un temazo de la banda inglesa The Divine Comedy.





1Esto lo inventé yo, pero pudo haber pasado tranquilamente.
2La idea pertenece a Gombrowicz, yo sólo la modifiqué un toque.